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Plata y Orfebrería

Se trata de todo el conjunto artístico de piezas de oro, plata y otros metales que hacen parte de los bienes de la Catedral. A diferencia de pinturas y esculturas, muchas de estas piezas están celosamente guardadas, por lo cual no pueden ser vistas por el visitante, o se encuentran en la Catedral a distancia o en lugares de reducido acceso.


 

El trabajo de la plata en Guatemala fue famoso desde el lejano siglo XVI. El complejo sistema de marcaje de la plata colonial que se desarrolló en el país, permite situar la mayoría de piezas en un lugar y un tiempo determinados, incluso hasta llegar al platero u orfebre que la trabajó. Puede hacerse esto también con las piezas trabajadas en la época republicana. Se conservan piezas de platería de índole religiosa (cálices, custodias, copones, resplandores, coronas, vinajeras, etc.) tanto como civil (jarras, palanganas, etc.). Pero la profusión del oro y la plata en el siglo XVIII hace que se conserven una mayoría de piezas en estilos barroco y rococó.

 

Las obras más importantes de la orfebrería que se encuentran en la Catedral incluyen, en primer lugar, el sagrario de Catedral. El tabernáculo y templete de la Capilla del Sagrario son excepcionales. En la base se lee la siguiente inscripción: “Tabernáculo del Santísimo Sacramento que su archicofradía de la parroquia del Sagrario de esta Ciudad de Guatemala le consagra y estrena en el Corpus del año 1813. Delineado por el arquitecto D. Juaq.n Basquez. Ejecutado por el platero D. Fran.co Albares”.

 

Se trata de un templete neoclásico sostenido por cuatro columnas, techado con tímpano y rematado con un perfil mixtilíneo. Las columnas son jónicas. Cada una tiene, en su primer tercio, una cartela con las siguientes imágenes alusivas a las figuras bíblicas de la Eucaristía: la mesa con los panes de la presentación, una jarra o jofaina con su salva, un pebetero del altar de los inciensos y otra mesa cubierta con manto y gorro de sacerdote judío, signos todos del culto del templo de Jerusalén. En el centro del templete se levanta una peana que sirve de base para poner la custodia; lleva como figura central el pelícano que se desangra para dar de comer a sus polluelos. En la pared del fondo resalta el cordero místico sobre el libro de los siete sellos. Todo el templete descansa sobre una ancha predela en cuyo centro se abre el sagrario propiamente dicho. La puerta del sagrario muestra a Jesús Buen Pastor. Las cuatro caras frontales del resto de la predela están decoradas con láminas repujadas que muestran el candelabro de siete brazos, el arca de la alianza, las tablas de la ley y el altar de sacrificios. Toda la obra es neoclásica en su estilo y decoración, a pesar de la profusión del barroco y rococó que existía todavía en la época.

 

El frontal del altar del Sagrario, abajo del tabernáculo en cuestión, en cambio, fue traído de la ciudad de Santiago y pertenecía a la capilla del Sagrario de la antigua Catedral; estaba profusamente decorado con vides, flores, espigas de trigo y hojas de acanto. Tenía tres medallones en los que estaban representados el cordero pascual sobre el libro, y dos arcángeles. Desafortunadamente, fue objeto de un lamentable robo, despojándolo de los medallones y otras secciones.

 

Merece también una especial mención la lámpara de plata de la nave central. Fue hecha por el platero Manuel de Jesús de Ballinas y Gálves en 1796. Es de perfil hexagonal. El borde principal está formado por seis franjas adornadas con guirnaldas, listones y macetones; en el borde de una de éstas, se encuentra la inscripción “se acavo esta Lampara en Mr.zo 16 de 1796 siendo tesorero el Sr. Lisend.do Dn. Ambrosio Llano el favricante Manuel de Jesús Galves.” Cada franja está separada de la otra por un dado cuyo motivo central es una cartela con símbolos del Antiguo Testamento. Pende de seis gruesas cadenas caladas en secciones de barras lisas y eslabones que terminan en un templete con seis arcos delimitados por pilastras clásicas, rematadas nuevamente por ánforas y techadas con dos cuerpos esféricos.

 

También son de una gran importancia las piezas de platería que acompañan al Cristo de los Reyes. En primer lugar, la cruz recubierta completamente con lámina de plata repujada donde domina el tema de la vid y numerosos racimos de uvas. Es de estilo manierista, seguramente del siglo XVI. También la cartela con la inscripción INRI, el resplandor y los clavos, todos ellos de plata sobredorada.

 

Para la Virgen del Socorro se hizo, en primer lugar, un trono con su peana y chispa; dos juegos de coronas, las de fiesta y las “de diario” y otras joyas. Aunque la peana y la chispa son de inigualable calidad, las piezas más valiosas son las coronas de la Virgen y el Niño, ya que son de oro, engarzadas con esmeraldas, brillantes, rubíes, amatistas y perlas. Fueron elaboradas hacia 1762. A las coronas las acompaña un hermoso ramillete de filigrana de oro con esmeraldas en forma de gota y perlas. Llama la atención la famosa “lagartija de la Virgen”. Es un broche en forma de lagartija, hecho en oro, esmaltes y esmeraldas. Domingo Juarros menciona que, en 1696, ya se tiene noticias de dicha lagartija. Relata que un impío intentó apoderarse de la joya, pero no pudo hacerlo ya que la lagartija mordió su mano y no la soltó en toda la noche, hasta que, a la mañana siguiente, es descubierto y llevado a prisión.

 

También son célebres las joyas de la Inmaculada Concepción. En primer lugar, la corona que realizó el maestro platero Antonio Cáceres con ocasión de la coronación episcopal que se realizó en julio de 1855. Es una corona ducal de oro, completamente cubierta de piedras preciosas de excelente calidad. En la banda central que sirve para ajustarla a la cabeza de la Virgen, se lee la siguiente inscripción: “El clero y el pueblo de Guatemala, año 1855”. Entre las joyas de la Virgen también están la paloma de plata, regalo del presidente Rafael Carrera en recuerdo de su difunta esposa, la aureola de doce estrellas, la luna, así como otras joyas, como los aretes y anillo de aguamarinas. Varias de estas piezas pueden ser admiradas en el Museo Arquidiocesano de Santiago.

 

Entre las joyas que se encuentran en custodia, llaman la atención las bellas custodias, pero especialmente la conocida con el nombre de “La Preciosa”, cuyo nombre ya da cuenta de lo excepcional de la obra. Fue donado por el primer Arzobispo de la Nueva Guatemala, don Cayetano Francos y Monroy. Se trata de una custodia realizada en oro completamente cubierta de joyas, desde la base hasta la cruz del remate. Toda la custodia, desde su base, está engarzada de piedras preciosas. Es extraordinaria la delicadeza del trabajo. La cruz de remate conforma una gran joya en sí misma, con rosetones a manera de broches en su base. Solo en la cruz se cuentan once rubíes y veintisiete brillantes por un lado, y por el otro lado, noventa y un brillantes. También el mismo Arzobispo mandó a hacer un cáliz y un copón de oro y completamente cubiertos de piedras preciosas, que son de un valor extraordinario.

 

Como ya se dijo, la mayoría de las obras de platería de la Catedral están celosamente guardadas y custodiadas. Pero un buen grupo representativo puede admirarse en el Museo Arquidiocesano de Santiago, donde se cuenta con obras de los diferentes siglos, desde cálices y copones, atriles, cruces pectorales, hacheros, etc. Junto a ellas, hay coronas, resplandores, puñales, y otros atributos, todos de plata y de excepcional belleza.